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Miércoles 11 de agosto de 1999


MENSAJE
Un poeta en su tierra

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Carlos Rey
Cr�tica en L�nea

Se le vio, caminando entre fusiles, / por una calle larga, / salir al campo fr�o, / a�n con estrellas, de la madrugada. / Mataron a Federico / cuando la luz asomaba. / El pelot�n de verdugos / no os� mirarle la cara. / Todos cerraron los ojos; / rezaron: �ni Dios te salva! / Muerto cay� Federico / -sangre en la frente y plomo en las entra�as-. / ... Que fue en Granada el crimen / sabed -�pobre Granada!-, en su Granada...

Estos versos del poema titulado �El crimen fue en Granada� aparecieron por primera vez en el peri�dico �Ayuda� el 17 de octubre de 1936. Con ellos Antonio Machado pon�a el dedo en la llaga que dej� la muerte de su compatriota Federico Garc�a Lorca. �ste naci� en Fuente Vaqueros, Granada, en 1898. El joven Federico se educ� en un colegio jesuita y, ante la insistencia de su padre, a duras penas se licenci� en Derecho por la Universidad de Granada. Pero pronto abandon� esa carrera para estudiar lo que lo apasionaba: la literatura, la pintura y la m�sica.

A Garc�a Lorca se le lleg� a considerar el poeta m�s genial de la generaci�n �vanguardista� de 1927. Pero su extraordinario �xito como poeta y dramaturgo no evit� que en plena capacidad creadora lo sorprendiera la Guerra Civil de 1936. Fue tr�gicamente �en su Granada� que lo ejecutaron los nacionalistas por el �crimen� de ser izquierdista, a pesar de que jam�s hab�a intervenido en pol�tica. Con raz�n Machado le rindi� tributo po�tico apenas dos meses despu�s de que fuera asesinado. Ir�nicamente, mientras la fama de Garc�a Lorca se extend�a por el mundo entero, en Espa�a habr�an de quedar silenciadas sus obras durante dieciocho largos a�os.1

Por algo ser� que dice el refr�n: �Nadie es profeta en su tierra.� Es un refr�n b�blico que Jesucristo hizo famoso.2 Lo pronunci� a modo de predicci�n porque a �l tambi�n lo habr�an de ejecutar los suyos, sin raz�n, en su tierra.3 Pero a diferencia de Garc�a Lorca, Cristo no fue ejecutado sin querer. �l se entreg� a la muerte para salvar eternamente a todos los que creyeran en �l y en sus obras, incluso sus verdugos. Ahora Cristo espera que no lo rechacemos como su amada Jerusal�n que mataba a los profetas,4 sino que lo aceptemos como nuestro Salvador.5 As� en nuestro caso su muerte no habr� sido en vano, y sus obras, lejos de quedar silenciadas, ser�n proclamadas6 a los cuatro vientos por aquellos a quienes salv� con la sangre que verti� en las afueras de su Jerusal�n.

1Antonio Machado, �El crimen fue en Granada�: A Federico Garc�a Lorca, publicado en Colecci�n Alianza Cien: Arturo Ramoneda, Antonio Machado, Antolog�a po�tica (Madrid: Alianza Editorial, 1995), pp. 90-91; y Diego Mar�n, Literatura espa�ola, Tomo 2: �poca moderna (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1968), pp. 360-63. 2Mt 13:57; Mr 6:4 3Mt 20:18-19; Mr 10:33-34; Lc 18:31-33; Jn 1:11 4Mt 23:37; Lc 13:34 51Ti 2:3-4; 4:10; 1Jn 4:14 61P 2:9

 

 

 

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