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Lunes 7 de agosto de 2000



Salvamento al mar

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Hermano Pablo
Colaborador

La tempestad era espantosa, con vientos de 120 kil�metros por hora, y rachas que llegaban a los 170. El pesquero ruso �Briz�, de seis mil toneladas, se anegaba en las aguas del mar del Norte.

Cuando el capit�n Sverdlovsk, del pesquero ruso, vio que su nave se hund�a, irradi� una llamada de auxilio, y un remolcador holand�s, el �Carlot�, acudi� en su ayuda. Pero el salvamento se hac�a casi imposible. Era como si toda la furia de los vientos y las inmensas olas del mar se hubieran propuesto no permitir el rescate de ninguno de los cincuenta y seis marineros a bordo del �Briz�.

Despu�s de alg�n tiempo de tratar de ejecutar el salvamento y de agotar todos los recursos sin poder transferir a un solo hombre, el capit�n del remolcador �Carlot�, Andr� Ruyg, de cuarenta y dos a�os de edad, y creyente en Dios, hizo lo que para un capit�n era ins�lito. Pidi� ayuda divina: ��Dios m�o -rog�-, ay�danos! S�lo t� puedes calmar este vendaval.�

De repente los vientos comenzaron a calmarse y las inmensas olas perdieron su furia. El salvamento pudo llevarse a cabo, y aunque el pesquero �Briz� se hundi�, no pereci� ninguno de los marineros.

Las batallas del hombre contra el mar tienen siempre acentos �picos. �Es tan grande el oc�ano y son tan peque�os los barcos! �Son tan altas las olas y tan fr�giles los cascos! Por eso el marinero sabe clamar a Dios, y al igual que en aquella c�lebre tormenta en el mar de Galilea de dos mil a�os atr�s, Jes�s viene en auxilio caminando sobre las olas.

Aprendamos a orar. No es cuesti�n de aprender ciertos rezos ni oraciones redactadas de cierto modo, sino de establecer una relaci�n permanente con Dios. Practiquemos la presencia de Dios. Vivamos con la l�nea de comunicaci�n abierta. Que nunca haya un momento en que no estemos en contacto con Dios.

Si esa relaci�n no existe, o si la hemos cortado, comencemos desde este momento a restablecer nuestra relaci�n con Dios. As�, en medio del dolor, podremos clamar con la seguridad de que Dios nos est� escuchando.

Jesucristo desea ayudarnos en todas las tragedias de la vida. �l puede reprender los vientos y calmar las olas. Lo �nico que tenemos que hacer es expresarle nuestro temor y esperar con fe en la respuesta. Cristo dijo: ��Pidan, y se les dar�; busquen, y encontrar�n; llamen, y se les abrir�. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre� (Mateo 7:7-8).

 

 

 

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