Domingo 2 de agosto de 1998

 








 

 


EDITORIAL
Seguridad privada y vigilantes jurados

La caída violenta y estrepitosa, de la dictadura cuartelaria; resultado del deterioro grave que asumió la vida ciudadana panameña y el triunfal camino invasor de los norteamericanos, permitió la proliferación de agencias privadas de seguridad, que durante el régimen endarista sumaron ciento veintidos, reclutando en tales servicios más de quince mil hombres.

Para normar los quehaceres de las entidades de vigilancia particular se dictaron sendos decretos que regularon la condición de "vigilante privado", al cual se le impusieron determinados requisitos; y se establecieron mecanismos de control y verificación a las empresas, cuyos afanes, dotaciones y actividades también fueron regulados.

En las regulaciones se señaló la obligación de obtener la idoneidad de vigilante através de una formación policial en la Academia de Gamboa, donde el entrenamiento en escopeta, revólver y defensa personal, unido al conocimiento de las regulaciones del correcto uso del arma, deben servir de soporte profesional al vigilante jurado.

Estas regulaciones fueron cuestionadas por las empresas de vigilancia privada, quienes propusieron que las prácticas se pudieran realizar en empresas dedicadas al tiro al blanco y en las técnicas del kárate, dándoles reconocimiento a las certificaciones expedidas.

Ahora, transcurrido un lustro, existe un marcado desorden en el control, seguimiento y vigilancia de las agencias de seguridad; el rol del Estado aparece disminuído, permitiendo que torceduras y desvíos negativos encaminen tales actividades de protección.

Múltiples son los casos en los cuales vigilantes sin adiestramiento protagonizan actos de sangre, lesionados transeúntes e hiriéndose ellos mismos; de igual manera, la ausencia de verificación de antecedentes penales permite contratar personajes de oscuros prontuarios que resultan delincuentes en las empresas que deben vigilar.

Las escasas remuneraciones, el incumplimiento de derechos y prestaciones, las abusivas directrices de los patronos, conforman hoy una ocupación degradada que resulta denunciada en los estrados laborales, sin que se alcancen rectificaciones y mejoras.

Estos aspectos negativos se agudizan con la contratación de mujeres, en calidad de vigilantes juradas, las que deben soportar adicionales vejámenes, discriminaciones y reduccionismos indebidos; motivos que permiten reclamar del Ministerio de Gobierno y Justicia, actuaciones firmes, que dignifiquen tales labores valiosas.

En España, modelo de nuestra institucionalidad en la vigilancia privada, los guardianes son auxiliares de la policía legítima, y tienen responsabilidades comunitarias, en eventos de desorden, desgracia natural y conflictos; tales previsiones legales alcanzan a los panameños, por lo cual, urge cumplir los requerimientos de idoneidad y conocimiento, que exige la ley.

 

 

 

 


 

AYER GRAFICO
El General Nicanor de Obarrio, el prócer cuyo nombre lleva la histórica calle 50.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, mantengo desordenada mi área de trabajo.


OPINIONES



 

 

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