El sepelio del pastor Herminio Rivera, fue una demostración de dolor en un barrio como El Chorrillo, caracterizado por la violencia.
Rivera conoció el mundo delictivo, pero se reformó y se convirtió en un "Siervo de Dios". Fundó una Iglesia y se dedicó a predicar el evangelio a muchos chicos que militaban en las diversas pandillas que operan en el llamado barrio mártir de El Chorrillo.
Su asesinato a punta de los disparos de un fusil de guerra AK 47, parece que ha calado en la conciencia de los chorrilleros que están hastiados de tanta violencia.
Las manifestaciones religiosas y las lágrimas derramadas durante el funeral del pastor, son una manifestación de la gente decente que clama por ponerle un alto a esa guerra estúpida, donde los jóvenes se matan por cualquier tontería.
Ya la semana entrante, la Gobernación de Panamá inicia el programa de canje de armas por comida y medicina. Es una oportunidad, para tratar de reducir los crímenes en uno de los corregimientos más populares de la capital.
La Iglesia y el gobierno pueden colaborar con disminuir la violencia en El Chorrillo, pero la responsabilidad primaria es de los padres y de la propia comunidad, que no puede seguir siendo cómplices silenciosos de lo malo que sucede.
De igual modo la Fuerza Pública debe cumplir su papel y depurar a algunos de sus miembros que miran para otro lado cuando se comete un delito o alertan a las bandas cuando se prepara algún operativo de profilaxis.