Hay muchas cosas que podemos hacer para tener éxito en el trabajo y durar muchos años en un puesto estable y con buen salario. La primera que debería venirnos a la mente es trabajar duro todos los días, no "pavearse", ser creativo y tener siempre la disposición de hacer las cosas bien.
Algunos lo logran aportando características profesionales y personales que nadie, o muy pocas personas, pueden ofrecer a su empresa: experiencia, conocimientos, ideas.
Pero algunos se quedan muchos años en las empresas a punta de ser los lamebotas de los jefes, sobre todo de esos jefes egocéntricos y déspotas que piensan que todo el mundo en el trabajo deben rendirles culto, cual ídolo de barro.
Cuando una empresa pasa por esos períodos conocidos como "regímenes de terror", en los que un jefe nuevo comienza a tumbar cabezas indiscriminadamente, surgen una o varias figuras que -buscando mantenerse a toda costa en sus cómodos puestos con sus jugosos salarios- se ponen de rodillas ante la nueva administración, y se vuelven todo lo que los jefes quieran: si quieren que se vuelva sapo, se vuelve sapo. Si desea conspirar contra alguien, se ofrecen para hacer el trabajito, si quieren hostigar a parte del personal para obligarlos a renunciar, ellos son los que hostigan.
Si hay que llevarse la cabeza de todos los demás compañeros para que ellos mantengan la suya, así lo harán. Es una forma despreciable y baja de supervivencia.
El asunto es que estos empleados hacen esto cada vez que hay jefe nuevo. Aunque la nueva cabeza de la organización no sea ningún déspota, sino un profesional honesto y con visión, los lamebotas se portan con ellos como perros falderos, para que les "perdonen" el hecho de que no hacen absolutamente nada productivo en la empresa, sólo mantenerse a flote sosteniéndose sobre los cadáveres de los demás.