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Viernes 2 de julio de 1999


MENSAJE
La maestra del a�o

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Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Junt� en un peque�o bolso sus pertenencias, pocas y pobres. Apret� en su mano el boleto de avi�n y el billete de cien d�lares, toda su fortuna, y parti� de Cant�n, China, para Estados Unidos. Ivonne Chan esperaba empezar una nueva vida en aquel nuevo pa�s. Era el a�o 1961.

Despu�s de treinta a�os de vivir en tierra ajena, esta profesora china fue nombrada "maestra del a�o". Le otorgaron un premio de veinticinco mil d�lares, pero Ivonne Chan don� todo ese dinero a la escuela donde es directora. Ella sab�a hablar chino, japon�s, ingl�s, franc�s y espa�ol, pero sobre todo, sab�a hablar el lenguaje del amor.

Es estimulante leer noticias de nobleza en el pr�jimo. Esta mujer es un ejemplo. Inmigrante, llegada a Estados Unidos en 1961 con s�lo cien d�lares en el bolsillo, pudo estudiar, aprender varios idiomas, graduarse, lograr un puesto de maestra y ascender hasta ser directora de una escuela con m�s de mil doscientos alumnos. Cuando le dieron los veinticinco mil d�lares los don� �ntegros al sistema escolar.

Tales gestos hacen falta en este mundo materialista, s�rdido e interesados. Son los gestos de personas que, habiendo sufrido la pobreza, saben el amargo sabor que tiene, y procuran aliviar ese amargor en otros.

A Ivonne Chan la nombraron "maestra del a�o" no s�lo por sus valores acad�micos sino porque supo compartir el amor de su coraz�n con los centenares de chicos hispanos de su comunidad, chicos que no tienen m�s hogar que la escuela ni m�s antiguo amigo que su maestro. El premio fue un reconocimiento a su coraz�n m�s que a su cerebro.

El amor es una flor que brota del fango humano para aliviar un poco la sordidez, la contaminaci�n y el dolor de los dem�s. Toda persona que se presta para ser salvadora es como si saliera del fango de la vida para sacar a otros del mismo fango.

En sentido figurado todos somos v�ctimas, en una forma u otra, v�ctimas del fango de esta vida. Pero para esta condici�n hay tambi�n un Maestro, el Maestro divino. Jesucristo no es s�lo "maestro del a�o" sino "maestro de toda la vida" y "maestro de toda la humanidad". Y El nos mostr� su gran amor divino no donando veinticinco mil d�lares sino ofreciendo su vida en rescate por todos los que est�n sumidos en el lodo del pecado.

El "maestro de Galilea" es maestro por excelencia. El dio sus ense�anzas sublimes, y tambi�n dio su vida para redimir a la humanidad. Si se lo permitimos, Cristo ser� nuestro Maestro, nuestro Salvador y nuestro Se�or.

 

 

 

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