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Cuatro

Por: Milcíades Ortíz Jr. | Catedrático

H ay personas que no me creen cuando les cuento que de niño marché para celebrar el 4 de julio, día de la Independencia de los Estados Unidos. Varias escuelas de la capital realizaban marchas para conmemorar esta fecha. Días antes, se instalaban murales mostrando material sobre la historia y vida en Norteamérica.

En la antigua Zona del Canal se celebraba el acontecimiento con una marcha militar... a la que a veces asistían algunos funcionarios del gobierno. (Sobraban hot dogs y sodas).

Era la época que el panameño no se sentía ofendido por la "presencia del imperialismo yanqui" en nuestro suelo, dueño de la soberanía en la franja canalera.

Hay que comprender que los países chicos y subdesarrollados serán aprovechados por las naciones poderosas... hasta que se rebelen.

Romper lazos económicos y de amistad costó mucha sangre a antiguas colonias africanas y asiáticas.

Claro que Panamá no era una colonia norteamericana, aunque sí un país influido por la nación más poderosa del mundo pasado y presente.

Ahora ya no hay la presencia militar y desapareció la Zona del Canal, gracias a los Tratados Torrijos-Carter.

Hemos demostrado al mundo que podemos manejar el Canal sin politiquería y eficiencia. Ojalá siga así con el nuevo gobierno.

Los panameños debemos ser honrados y reconocer que vivir al lado de un sitio administrado por un país más desarrollado, nos permitió mejorar nuestro nivel de vida por el llamado "efecto demostración".

También debemos recordar que una cosa son los gobiernos y sus políticas, y otra muy distinta los pueblos.

El norteamericano medio no es abusivo ni imperialista. Gusta de ayudar a los necesitados y si sufren de un pecado, es el de sentirse orgullosos de ser uno de los países más poderosos del planeta.

Si Panamá lo fuera, también nosotros nos sentiríamos orgullosos de esto, estoy seguro.

Así que ahora hay que reestructurar nuestra manera de actuar ante el llamado Coloso del Norte. Y hablarle de "tú a tú", aunque realmente eso sería como un bichito conversando con un elefante.

(Eso vale especialmente en estos momentos con el bendito Tratado de Libre Comercio. Recordemos que somos sardinas y ellos �tiburón!).



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