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Miércoles 23 de junio de 1999


MENSAJE
El horno de la aflicci�n

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Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Eran seis hombres, los seis dominicanos, que quer�an escapar del horno de la aflicci�n. No ten�an trabajo. No ten�an dinero. No ten�an esperanzas. As� que se metieron dentro de un caj�n de mercanc�as de un barco que part�a de Santo Domingo hacia Miami, Florida.

Esperaban llegar a menos de veinticuatro horas. Pero tardaron tres d�as. La temperatura dentro del caj�n subi� hasta llegar a 54 grados cent�grados. Cuatro de los hombres murieron de deshidrataci�n. Pero Daniel Fern�ndez, de diecinueve a�os de edad, y su amigo Ra�l Mesa, de veinticuatro, sobrevivieron.

En medio de este infernal horno le hab�an rogado a Dios : "Por favor, Se�or, �ay�danos a sobrevivir ! �No nos dejes morir as�".

�Cu�ntos no ser�n los dramas que ocurren a diario en las diversas fronteras de este mundo! Son los dramas de personas que a toda costa desean salir de su condici�n precaria debido a la pobreza y el desempleo, y pagan grandes sumas de dinero, dinero que dif�cilmente consiguen, para que los introduzcan ilegalmente a lo que ellos piensan es la tierra de promisi�n. Esos j�venes dominicanos vivieron ese drama.

La frase "el horno de la aflicci�n" es una frase b�blica (Isa�as 48:10) que describe a cabalidad la aflicci�n de los israelitas durante cuatrocientos a�os de servicio forzado al fara�n de Egipto, y la que pasaron los tres j�venes hebreos, en tiempos del rey Nabucodonosor, al ser arrojados a un horno en llamas, del cual salieron sin la m�s m�nima quemadura.

Hoy usamos esa frase para denotar alg�n problema muy serio por el cual estamos pasando, o alguna enfermedad aguda que nos ha atacado, o alg�n dolor familiar muy grande que nos hace llorar. �Qu� hacer cuando nos encontramos en tales hornos?

Cuando todo recurso humano ha fallado, siempre est� Dios. Y Dios contesta el clamor del necesitado en dos formas. Por una parte, trae el socorro oportuno y libra del horno de la muerte al necesitado. Y por otra, le da al necesitado fe y seguridad de que, estando Dios a cargo del problema, todo va a salir bien. Esta no es siempre una resoluci�n inmediata al problema espec�fico que nos acosa. Es m�s bien una chispa de paz, de tranquilidad, de seguridad, de que Dios, a la larga, nos har� triunfar. La promesa es que "todo el que invoque el nombre del Se�or ser� salvo" (Romanos10 :13). Basta con pedir, creer y recibir. Cristo siempre acude al clamor sincero del necesitado.

 

 

 

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