CUARTILLAS
Borojó
Milciades
A. Ortiz Jr.
Colaborador
Con una sonrisa algo
pícara, Ulises Vargas comenzó a mercadear dulces
de "borojó", una fruta de Darién que
ahora está siendo sembrada en Bugaba, Chiriquí.
Al verme con el cabello blanco y mis buenos años encima,
el hábil vendedor trató de atraerme por una de
las cualidades especiales de este casi desconocido fruto:
"El borojó es un afrodisiaco excelente y mucha
gente lo está comprando", dijo.
Como Ulises notó que una de las damas presentes esa
mañana en su tienda de dulces caseros, en el camino a
Cerro Punta; puso cara de disgusto ante sus palabras, trató
de arreglar su explicación:
"También sirve para dar energía, curar
el cáncer y es bueno para el cerebro".
Aquí comenzó a hablar de un supuesto caso de
una persona que padecía de cáncer en la próstata
(una enfermedad de gente madura, dicho sea de paso), quien se
curó al comer borojó.
Este Ulises Vargas es un vendedor excelente. Mientras explicaba
las propiedades reales e imaginarias (supongo yo) del borojó,
mostraba unas gastadas páginas a colores de un reportaje
periodístico. Así "confirmaba" sus palabras
ante estos "turistas internos" que no creían
mucho sus explicaciones.
Siguió Ulises Vargas tratando de venderme el milagroso
producto. Ahora se refirió a que él hace un bocadillo
de buen sabor, que solamente cuesta pocos reales. También
dijo que con el borojó hacía helados, mermeladas
y otros dulces.
Ya en plano más científico, y ante preguntas
mías, indicó que la fruta tenía mucho "fósforo
y magnesio", y por eso era bueno parar "dar energía
y potencia" al cuerpo. No olvidó a usar la palabra
afrodisiaco para no incomodar a las damas que estaban presentes
en su quiosco en ese momento.
Ante esa excelente muestra de venta y mercadeo de un producto
desconocido, decidí comprarme varios bocadillos de la
misteriosa fruta de Darién. Recordé que había
leído algo de ella en alguna parte y de todos modos, el
sabor del dulce era agradable. También compré otros
productos bien empacados, de este pequeño empresario de
Tierras Altas de Chiriquí, cuando visité el lugar
en marzo.
Pensé que Ulises Vargas tiene el don natural del vendedor,
del experto en persuasión, que no es común de encontrar
en las personas. Si hubiera estudiado en una Universidad, publicidad,
mercado y ventas, ahora seguramente sería un rico empresario...
Pero yo nunca hubiera sabido de la misteriosa fruta, cuyo nombre
aprendí luego de tratar de pronunciarlo bien, por lo menos
¡cinco veces!
Días más tarde, en la entrada de un restaurante
popular de Boquete, un señor comenzó en la mañana
a vender huevitos de leche especiales (grandes) y bien-me-sabe
hecho por él mismo. Los vendía afuera, porque el
dueño del restaurante se molestaba cuando entraba y los
ofrecía a la gente que comía, cosa que encuentro
lógica.
Pero Mercedes Espinosa en pocos minutos vendió cantidad
de esos dulces, que hace una tía suya y él mismo.
Ante este ejemplo de un panameño humilde y trabajador,
no pude resistir mi curiosidad periodística. Le pregunté
sobre las ventas y dijo que con los huevitos hacía treinta
balboas al día y veinte con los bien-me-sabe. Vendía
un día sí y otro no, en diferentes partes de la
provincia chiricana.
Hice un rápido cálculo mental y pensé
que este trabajador ganaba más que algunos profesores
eventuales de la Universidad. El es un ejemplo de que cuando
se desea trabajar, siempre se consigue dinero para vivir de manera
honrada. Ese día mi corazón de panameño
se sintió optimista sobre el futuro del país, que
no debe depender de los políticos para sobrevivir.
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