MENSAJE
Huellas históricas
- Hermano. Pablo
Costa Mesa, California
Desde 1540 hasta 1821 los
Estados de California, Arizona, Nueva México, Tejas, Nevada, Utah
y una buena porción de Colorado, actualmente pertenecen a los Estados
Unidos de América, formaban parte de la gran colonia española
de Nueva España. No fue sino hasta 1821 que aquel vasto territorio
recibió oficialmente el nombre de México, pues en esa fecha
la hija, la Nueva España, se independizó de la madre, España.
Durante casi tres siglos de dominio, España solamente logró
establecer colonias permanentes en la costa de California, el sur de Arizona,
el valle del actual Río Bravo en Nuevo México y en Tejas.
No obstante, de esos años de dominio español han sobrevivido
en el suroeste norteamericano diversos vestigios de la cultura española.
"Esta es una huella -comenta el autor español Darío Fernández
Flores- que nada ni nadie podrá borrar, ya que la historia puede
erradicarse, aunque demasiado a menudo haya quienes deseen olvidarla.
Así como no se puede borrar la huella histórica que dejaron
nuestros antepasados, tampoco se pueden borrar las huellas que vamos dejando
cada uno de nosotros en particular. Sin embargo, eso no impide que procuremos
borrarlas, sobre todo las huellas de las que nos sentimos avergonzados.
En la actualidad vemos cómo los actos ocultos del pasado se descubren
y hacen pasar vergüenzas a toda una nación. Pero esto no es
nada nuevo; por el contrario, es tan antiguo que se remonta a los tiempos
bíblicos de la Tierra Prometida.
Uno de los personajes más interesantes de aquel entonces era
Rahab. Siendo prostituta en Jericó, ella optó por no dejar
al descubierto a los espías israelitas que se hospedaron en su casa,
y a cambio de su discreción y protección, los israelitas,
cuando conquistaron la ciudad, le salvaron la vida a ella y a su familia.
Posteriormente Rahab cambió su estilo de vida ¡y llegó
hasta a figurar en el linaje del Mesías! Sin embargo, unos mil quinientos
años después el autor de la Carta a los Hebreos optó
por dejar al descubierto la vida pasada de ella. ¡Con decir que la
calificó textualmente como "la prostituta Rahab!
¿A qué viene todo esto? A recordarnos que cuando le confesamos
a Dios nuestros pecados del ayer, le pedimos perdón, Dios no solamente
los perdona sino que los borra por completo. Y en lugar de echarnos en cara
esos pecados, los echa al mar del olvido. ¡Pero la gente no, la sociedad
tampoco, y la historia mucho menos! Más vale que echemos mano del
borrador permanente y del olvido intencional de Dios. No hay otro modo de
erradicar las huellas de pecado que dejamos a nuestro paso por el mundo.
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