FAMILIA
Patrones y dimensiones de la dependencia
de drogas prescritas
Robert L.DuPont Jr.
M.D.
En años recientes
se ha dicho mucho en los medios de comunicación sobre el exceso de
mujeres entre la gente dependiente de drogas prescritas. Existe una aplicación
simple para ello que no tiene nada que ver con la explotación de
pacientes femeninas por médicos varones o compañías
farmacéuticas. El aumento en la tasa de dependencia entre las mujeres
se debe, principalmente, al número cada vez mayor de mujeres que
buscan atención médica para problemas que requieren la prescripción
de drogas adictivas.
La típica dependiente es una mujer que sufre una enfermerdad crónica
y dolorosa, como artritis o jaquecas. Frecuentemente tiene una historia
de uso excesivo de alcohol y a veces tiene una sensibilidad poco común
a las sensaciones corporales desagradables, incluyendo dolor y ansiedad.
También puede tener antecedentes de depresión. Las historias
familiares tanto de alcoholismo como de depresión son comunes entre
gente que se hace dependiente. Esta persona busca atención médica;
su doctor, respondiendo a la desazón sobre el dolor crónico
o ansiedad, receta una medicina adictiva. Normalmente se trata de tranquilizantes,
como Valium o Tanax, una droga antidolor (analgésico) como Darvon
o Percodán, o una antiinsomnio (llamada hipnótica) como Seconal
o Dalmane. No es raro que el médico recete más de una a la
misma paciente. Por lo general, después de la primera dosis, hay
una reducción rápida pero modesta de los síntomas de
la paciente.
No sólo eliminan parcialmente los síntomas desagradables
sino que producen una euforia moderada, aunque la persona afectada lo nota
rara vez. Como en el caso de otras dependencia, ésta presenta una
progresión de la experimentación a la dependencia en semanas
o años, siendo este tiempo determinado principalmente por la frecuencia
y la dosis a ingerir. Además, las características de la droga
y la paciente afectan la probabilidad de una dependencia eventual.
En cierto punto del proceso se observa que la paciente no sólo
tomó el analgésico para aliviar los dolores de cabeza, por
ejemplo, sino que con mayor frecuencia esa persona sugrió dolores
u otros síntomas para justificar eluso de la droga. Este es un concepto
difícil de comprender. Mucha gente con la que he hablado puede identificar,
retrospectivamente, un perído en el que se dan cuenta de que los
síntomas de abstinencia las impulsaba a tner los síntomas
por los que tomaban la droga.
Ene ste punto surgen dos patrones distintos. El más común
es una estabilización del uso de la droga sobre el nivel prescrito
por el médico tal vez un poco arriba o, más frecuentemente,
un poco menos que la cantidad recetada. En ese grupo el uso no aumenta con
el tiempo. Este patrón de uso prolongado a veces, a pesar de varios
intentos por dejarlo, puede ser angustioso para la paciente, el médico
y la familia.
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