martes 17 de abril de 2007

 

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  VIDA NUEVA



Hijo de tigre nace rayado

Redacción | Vida Nueva, Crítica en Línea

La longevidad de los padres podría indicar la salud cardiovascular de sus hijos, según sugiere un estudio de la Universidad de Boston (Estados Unidos), en el que las personas con uno o dos padres que habían vivido hasta los 85 años o más mostraban menos factores de riesgo de enfermedad cardiaca en la mediana edad.

Las conclusiones de la investigación se publican en la revista Archives of Internal Medicine.

Los investigadores estudiaron 1.697 miembros del Estudio del Corazón Framingham, un estudio multigeneracional sobre los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y crónicas que comenzó en el año 1948. Todos los participantes tenían padres que también participaban en el estudio y vivían a los 85 años.

Entre la información recopilada, se encontraba el nivel educativo, el tabaquismo, la presión arterial, los niveles de colesterol, el índice de masa corporal y una medida combinada del riesgo de enfermedad cardiovascular ('Framingham Risk Score'). Entre los años 1983 y 1987, fueron examinados de nuevo 1.319 participantes para examinar cómo cambiaban estas variables a lo largo del tiempo.

En el grupo inicial de 1.697 descendientes, el 11 por ciento tenía dos padres que habían sobrevivido hasta los 85 años o más, el 47 por ciento tenía un padre que superó esta edad y el 42 por ciento de ellos tenían padres que fallecieron antes.

Según los investigadores, los participantes que pasaron por ambos exámenes cuyos padres vivieron más tenían un menor riesgo de presión arterial y una menor progresión del riesgo cardiovascular según el 'Framingham Risk Score'.

Los resultados señalan que los individuos con padres más longevos tienen un perfil de riesgo cardiovascular más positivo en la mediana edad, que aquellos cuyos padres murieron más jóvenes y que esta ventaja persiste con el paso del tiempo.

Investigaciones anteriores han sugerido que los niños y hermanos de centenarios, que viven 100 años o más, también tienen una esperanza de vida superior a la media. Las personas cuyos padres eran centenarios también eran menos propensas a tener enfermedad cardiaca, hipertensión y diabetes y tendían a desarrollar estos trastornos a edades más avanzadas que quienes tenían padres que morían más jóvenes.

 

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