Lunes 12 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
Robots científicos y dolor humano

Hermano Pablo

Es una máquina estupenda, orgullo de la tecnología moderna. Recibe órdenes dadas por la voz humana, conoce nada menos que quinientos cincuenta palabras y es capaz de realizar el noventa por ciento de las tareas que se le mandan hacer.

Se trata de un robot mecánico, diseñado para enfermos con parálisis. Este robot puede acercarles a los enfermos la cuchara a la boca, puede servirles un vaso de agua, encenderles y apagarles el televisor, y hasta sentarlos y acostarlos.

Pero también puede -y aquí está el serio peligro- ser instrumento para el suicidio del enfermo. Basta que éste le ordene desconectar el tubo de oxígeno u otros cables esenciales para que el enfermo muera a causa de una orden que él mismo da.

La ciencia progresa cada vez más. Hay en la actualidad aparatos científicos que nos dejan pasmados y asombrados con lo que pueden hacer. Pero el alma no está progresando a la par.

Todavía en el alma del hombre hay imperfecciones: pasiones morbosas, deseos y pensamientos de muerte, amargura, desencanto, desilusión y ganas de autodestrucción. Mientras las máquinas se hacen cada vez más perfectas, las almas humanas son cada vez más imperfectas.

El que un brazo mecánico, movido por un mecanismo perfecto, desconectara el tubo vital de un ser humano imperfecto, obedeciendo a la orden de ese mismo ser humano, no dejaría de ser una escena desalentadora.

Dios no hizo al hombre imperfecto. No lo hizo para el dolor, la enfermedad, la angustia y el mal. Lo hizo como maquinaria super perfecta en lo físico, lo moral y lo mental. Pero a la inversa del hombre, que fabrica robots. Dios no hizo del hombre un robot.

Dios nos dio libre albedrío, sentido moral, fuerza de voluntad y la facultad de tomar decisiones para desarrollar nuestra propia personalidad. Es el pecado original -el de Adán y Eva- lo que ha introducido en el hombre la degradación y la imperfección.

¿Podemos, no obstante, remediar nuestras imperfecciones y arreglar nuestros defectos? Sí podemos, y esa posibilidad de hacerlo llega a ser la gran aventura moral humana. Cada uno de nosotros puede volver a la perfección, pero sólo puede lograrlo con Cristo. En Cristo, y con Cristo, remediamos todas nuestras miserias, recibimos perdón por todas nuestras faltas y nos sanamos de todas nuestras dolencias.

 

 

 

 

 

CULTURA
Más de un millón de personas mueren al año

 

PRIMERA PLANA | PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.