Sumidas en la pobreza viven dos
mujeres en El Llanillo de Veraguas
Juan B Madrid
Veraguas- EPASA
Sumidas en la más
cruel de las pobrezas y en evidente estado de abandono viven dos mujeres
cuyo diario vivir es un reto, una por anciana y la otra por enferma, pero
en fin juntas una para la otra, afrontando cuantas adversidades puedan presentarse.
Es la historia que vive la anciana Isabel Rodríguez, quien junto
a su enferma hija Georgina Mojica residen en una humilde comunidad del Llanillo
de la Peña, provincia de Veraguas, en donde cada día tienen
que lidiar con la pobreza asfixiante del duro destino que les ha tocado
vivir.
Con un mal de nacimiento, que la ha afectado durante los 50 años
que tiene de vida, Georgina vive alejada de la realidad que la rodea, dado
que tanto corporal como mentalmente sigue siendo una niña recién
nacida.
Según su madre, al nacer los médicos le informaron que
no se podía hacer nada por su enfermedad, ya que la misma había
nacido para morir y solo le quedaba esperar con resignación la hora
de su muerte.
Sin embargo, 50 años han pasado luego de aquel hecho, acontecimiento
que lejos de hacer más fácil la ya castigada vida de estas
personas, la ha ido empeorando cada vez más sin que exista un salvavidas
que les ayude a salir a flote.
Muchas han sido las desgracias que las han rodeado, pero la más
notable fue la pérdida, dos años atrás, del padre de
la familia, hecho que significó un vacío que no ha podido
ser superado, y que las condenó a más pobreza y desesperanza.
Sola con su hija inválida, la señora Isabel ha tenido que
dedicarse al trabajo en el "monte", para poder tener por lo menos
para una comida al día, puesto que el poco trabajo que puede hacer
a su edad no les representa mayores beneficios.
Cuenta la anciana que para que les alcance para sobrevivir solo cocina
1/2 libra de arroz por día acompañado con algo, esto "cuando
se puede", ya que hay días en los que no alcanza ni para llevar
algo al estómago.
Doña Isabel mencionó el nombre de un vecino llamado "Mon",
como la única persona que les tiende la mano en los momentos difíciles,
siendo el único morador de los predios que se conduele de la situación
que viven y les ayuda con algo de comida, para que pasen el día.
Otra de las preocupaciones que atormentan los pensamientos de esta señora
es su casa, dado que poco a poco se han ido cayendo los débiles ranchos
que les servían de vivienda, sin que puedan ponerle remedio por las
condiciones antes descritas.
En estos momentos viven en una pequeña casa de barro, cobijada
con algunas hojas de zinc, sin embargo las brisas veraniegas han hecho mella
en el mismo, y han levantado parte del techo y amenazan con seguir destruyéndolo.
Cuenta la anciana que durante las lluvias que cayeron recientemente,
tuvo su casa totalmente inundada, incluso debió salir a la intemperie
a cavar una zanja para que el agua saliera del lugar, ya que le llegaba
a las rodillas.
Por otra parte está el hecho de la enfermedad que sufre su hija,
la misma requiere de que esté siempre al pendiente de ella, y en
el mejor de los casos que fuera asistida médicamente, no obstante
aclaró que los recursos les alcanzan a duras penas para sobrevivir.
Enclavada en un estado de invalidez que afecta el mayor porcentaje de
su cuerpo, Georgina tiene que ser atendida en todas sus necesidades por
su desgastada madre, que pese a todo lo hace con la mayor de las voluntades
y el amor.
Como si esto fuera poco, y producto de su condición a esta mujer
la aqueja otro mal que cuando entra en crisis la manda a cuidados intensivos
del hospital, ya que se mantiene por un periodo de nueve meses sin defecar,
lo que le ocasiona serios problemas.
Según cuenta su madre, actualmente tiene ya varios meses y presiente
que viene lo peor, ya que cada vez las contrariedades son mayores, por lo
que cada día sus oraciones son de petición por la salud de
su hija ya que si le llegase a faltar su vida no tendría razón
de ser.
Al preguntar a la señora Isabel cuál eran sus principales
necesidades, su cara fue de confusión, ya que no podría escoger
entre todas las que tiene, cuales serían las más apremiantes
pues a estas personas les falta desde un techo digno donde cobijarse hasta
alimentos para sobrevivir, y qué decir de un poco de afecto que se
valora con tan solo una visita y una voz de aliento.
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