El pueblo polaco está pasando por una tragedia nacional considerada como la peor desde la Segunda Guerra Mundial, y que al mismo tiempo ha causado una crisis gubernamental sin precedentes.
El presidente de ese país, Lech Kaczynski, la primera dama y buena parte de su gabinete, estuvieron entre los 95 muertos de un accidente aéreo ocurrido el pasado sábado en Smolensk, en el oeste de Rusia.
Las investigaciones que se realizan sobre la caída de la aeronave Tupolev 154 -un avión diseñado hace más de 40 años- manejan la teoría de un error del piloto. Aparentemente, este habría ignorado informaciones sobre las condiciones meteorológicas adversas para un aterrizaje.
Condolencias han llegado desde todas partes del mundo, incluyendo nuestro país. Ayer, en el sitio del monumento al Papa Juan Pablo II, nacido en Polonia, se realizó una romería en honor a los fallecidos, con la participación de diplomáticos polacos en Panamá, y altos funcionarios del gobierno panameño.
La tragedia humana y la emergencia gubernamental son mayúsculas. Además de la numerosa pérdida de vidas, ahora súbitamente, Polonia se ha quedado sin presidente y sin varios de sus ministros.
Debemos mostrar nuestra solidaridad con el pueblo polaco en este momento oscuro. Las tragedias nunca avisan, y así como sucedió en este país europeo, pueden ocurrir en cualquier otro punto del globo.