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Lunes 27 de marzo de 2000


MENSAJE
Las memorias queridas no son basura

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Hermano Pablo

Ocurri� cerca de Marsella, Francia, en el mar Mediterr�neo. Andr� Guillot, joven todav�a, caminaba muy pensativo por la playa. Hondas nostalgias y queridas memorias inquietaban su pecho. Llevaba bajo el brazo una peque�a caja de metal, y dentro de la caja, las cenizas de su esposa fallecida.

En un momento dado, abri� la caja y desparram� las cenizas donde diez a�os antes hab�a pasado su luna de miel. Pero, por esa acci�n, a Andr� lo arrestaron y le aplicaron una multa. �La infracci�n? "Desparramar basura en la playa."

He aqu� una situaci�n de hondo sentido humano con valores contrapuestos. Lo que eran memorias venerables para uno era basura para otro. Lo que eran emociones de profundos recuerdos puros para uno, eran desechos para otro. En este caso aun la ley no tomaba en cuenta el significado de un amor que fue fiel hasta la muerte.

�Por qu� ser� que tantas personas califican de in�til, de vano, incluso de reprochable, lo que para otros es de valor incalculable?

A la se�orita Brenda Acosta la molestaban sus compa�eras de colegio porque ella manten�a su virginidad. Hasta que un d�a ella les dijo: "Yo puedo ser como ustedes en cualquier momento que quiera. Ustedes jam�s podr�n ser como soy yo." Para estas compa�eras la virginidad no ten�a importancia. Para Brenda era un tesoro preciado. Y los ejemplos de esta ant�tesis son muchos.

La fidelidad conyugal, que es la virtud que solidifica los hogares y da al matrimonio dignidad, honorabilidad y nobleza, se considera como anticuado y mon�stico, mientras que el adulterio, que ha sido la causa de tanta destrucci�n de hogares en todo el mundo, se toma como algo com�n y corriente, sin ser motivo de verg�enza ni raz�n de alarma.

La integridad y la justicia son virtudes que garantizan el respeto y la honra de nuestros semejantes, y largos y fruct�feros a�os de vida. Sin embargo, para quienes lo ven todo con ojos de avaricia buscando s�lo ganancias deshonestas, no son m�s que pr�cticas de un santurr�n, y desperdicio de grandes oportunidades.

�Cu�ndo hemos de abrir los ojos para comenzar a tomar en cuenta las consecuencias? Todos somos, hoy en d�a, el producto de nuestros hechos pasados. Es por eso que tiene tanta importancia el hacer de Jesucristo el Se�or de nuestra vida. S�lo cuando �l reina en nuestro coraz�n podemos vivir en triunfo. No sigamos vendiendo nuestra virtud por una conveniencia destructiva.

 

 

 

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