OPINION


Hubo un tiempo...

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Por Raymundo Moore
Colaborador

A todo el mundo no le cuadra aquello de que democracia sea sinónimo de libertinaje, y por esta razón, cuando la sociedad se excede en sus libertades y entra a actuar la ley, enseguida se invocan los derechos individuales y comienza la campañita de "abuso de autoridad" y "extralimitación de funciones"; es cuando se está, ni más ni menos, frente a una situación de anarquía porque nadie quiere acatar la ley, sin embargo se desgañitan clamando que se haga justicia.

Con lo anterior como preámbulo, quiero ahora resaltar algunos hechos cotidianos que, por elementales, parecen no importarle a la gente, y sin embargo se "espelucan" cuando se les llama la atención, o son multados, por la comisión de algún delito... Así hubo un tiempo cuando a ningún conductor se le ocurría sacar su carro con un farol quemado, o sin luz en la placa, o sin luces de freno. Hoy cientos de autos circulan sin luces, otros con adornos de neón en la placa impidiendo su fácil y rápida identificación... aparte de otras bellezas.

Hubo un tiempo cuando, literalmente, los autos se chocaban entre sí, afanados sus conductores por hacer expedito el paso de una ambulancia que, sirena abierta, pedía paso franco. Hoy son los autos particulares - y comerciales, incluyendo buses - que preceden las ambulancias, como escoltas, impidiendo el adecuado desplazamiento de esos vehículos de emergencia médica.

Hubo un tiempo cuando las líneas de seguridad eran realmente respetadas y ningún conductor osaba detenerse encima de esas zebras viales. Hoy, aunque pintadas, no parecen existir, porque para los conductores no existen los peatones, quienes tienen que sortear cualquier cantidad de riesgos y peligros para cruzar una vía.

Hubo un tiempo cuando el Tránsito era el garante real de la vida de los viajantes, convirtiéndose en los salvaguardas de nuestra seguridad física, contrario a como hoy se da, cuando primero se permite la comisión de la infracción para luego sancionar dicha falta, algo así como "la carreta delante del burro".

Hubo un tiempo cuando la licencia para conducir había que "ganársela" cumpliendo con todas las de la ley; hoy se obtiene como un "regalo" a cualquiera que paga el precio (hablo de los impuestos), y por esta razón se están incrementando las cifras por accidentes de tránsito - especialmente fatales - sencillamente porque se ha incrementado la cantidad de gente inexperta allá afuera conduciendo esas máquinas de muerte. Podemos colegir, analógicamente, que la democracia se ha encargado de destruir todo respeto a la ley, de la misma manera como los derechos humanos, a la manera como es invocado, ha diluido lo que antes era el recto proceder de una democracia.

 

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