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Zapatillas Rojas

Julio C. Caicedo | Periodista

A mediados del siglo pasado soñaba con ser campeón en todo. Y aún recuerdo las consecuencias por las ilusiones que provocaron en mí, aquella propaganda que decía: "De la punta al talón, Bazán es el campeón". Y, es que si ustedes analizan a los escritores de cuentos infantiles, algunos de ellos se han valido de los zapatos o los zapatos de ellos, para inmiscuirse en lo más profundo de la inocencia del mundo.

Valiéndose supuestamente de la certeza que los pelaos no diferencian jamás entre la verdad y las ilusiones. Quién olvidó al Gato con botas ó aquel zapatito de la cenicienta, hecho de cristal y que a niños y niñas hizo aplaudir hasta el sangrado, cada vez que repetían la escena final, en donde el maravilloso calzado de vidrio no dejaba entrar las "pezuñas" de ninguna de las princesitas del reino, que por eso se casaría con el galán de calzar el zapatito y fue lo que ocurrió cuando le "cupió" a la cenicienta.

El segurísimo triunfo de Martinelli, ser dará más por: "Los zapatos del pueblo", que por lo de: "Entran limpios y salen millonarios". Pero existe un cuento terrorista infantil de Andersen: "Las zapatillas rojas". Que dice que había una vez, otra "pelaita", que suspiraba por unas zapatillas rojas y cuando las obtuvo todo el mundo la miraba, hasta que un soldado la elogió demás, a lo que ella trató de danzar pero las llevaban a donde no quería, para arriba cuando quería ir para abajo, para atrás cuando quería adelantar. Optó por quitárselas, entonces no pudo porque formaban parte de sus pies, cansada fue hasta el verdugo para que le cortara los pies con todo y zapatillas, para su asombro cuando la cercenaron, las zapatillas continuaron bailando solas, y arbitrariamente.

Se sabe que las familias MartinelliPardini, entraron a panamá en 1890 por el río San Pablo en un vaporcito y desde ese entonces no han dejado de influenciar positivamente. Por lo que revisaré unos cuadernos que me dio el "Titi", como premio por haberle logrado vender dos montacargas para su gran depósito de arroz. Diciendome: Tú jamás escribirás en serio, pero quiero esta historia antes que se cumplan 100 años de nuestra llegada. Como ven, mi particular "desorden"me tiene en deuda con un amigo por 29 años.



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