EDITORIAL
Los que esperan que el gobierno les resuelva todos sus problemas
El pueblo panameño
se acostumbró durante más de una década al paternalismo
gubernamental. "Los hijos predilectos de la Revolución"
fueron prueba fehaciente de ello, lo que trajo como consecuencia un periodo
de oscurantismo y de falta de respeto a las autoridades educativas, ya que
los estudiantes de ese tiempo causa común con los, profesores, sobre
todo en aspectos políticos.
En los asentamientos campesinos, las fábricas de ropa y en varias
empresas financiadas por el Estado se observó este fenómeno
que dejó como saldo el desastre financiero. A ello hay que añadir
los fracasos de las cooperativas de transporte y su privatización;
los proyectos de cultivos que no fueron rentables y los modelos de vivienda
que dejaron deudas millonarias.
En las ofertas políticas de hoy, los candidatos no han superado
aquella etapa de prometer sin medir las consecuencias de que estamos de
vuelta con actitudes paternalistas. Y sin ofrecer cambios estructurales,
exaltan la nostalgia del barrio bohemio como queriendo que los electores
se aferren a un proceso que debió desaparecer al derrumbarse la dictadura.
La demogogia y del paternalismo se hermanan y esto sale a flote cuando
un gran sector del pueblo panameño amenaza porque quiere vivir gratis
y eludir el pago de agua y luz. También los que dejan que la basura
se los trague porque son incapaces de evitar que las enfermedades, mosquitos
y otras plagas hagan estragos en la comunidad en que viven.
Los panameños fallamos como contribuyentes. Arrojamos basura a
las calles, ríos y quebradas. Contaminamos el ambiente y por más
dinero que se invierta, nada nos salvará de la polución si
nosotros mismo no ponemos de nuestra parte, el gobierno no puede resolver
todos estos problemas y lo que se impone es una eficaz acción cívica
y para ello hay que reforzar los campos de salud y educación.
Los políticos tienen que dejar de estar prometiendo el cielo y
la tierra porque no van a cumplir. Las autoridades también tienen
que ser inflexibles con los elementos "cochinos" que hacen ostentación
de su falta de higiene y aseo y que han perdido la visión de que
"una ciudad limpia, es una ciudad sana".
Los panameños ya no nos dejamos seducir por los cantos de sirena
de los políticos. Estamos en la ruta hacia el tercer milenio y la
noche del paternalismo quedó otras.
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