�Quién no ha visto a un niño llorar de la impotencia por no poderse atar los cordones? Aunque parezca un acto de lo más fácil y sencillo, aprender a amarrarse los cordones es algo que toma tiempo y que a todos los niños les gustaría realizar por ellos mismos. Por esto, el psicólogo José Eloy Hurtado recomienda que se armen de paciencia y comiencen a practicar con sus hijos desde los 3 años, sin apuros y de manera muy didáctica.
En lo que sí fue claro es que hay que respetar el ritmo del niño, no se le puede imponer que aprenda cosas a la fuerza, porque si no va a reaccionar de mal humor y no va querer hacerlo por sí sólo. Aconseja que este acto debe ser aprendido en el hogar y no esperar a que los maestros se lo enseñen en la escuela.
El especialista recomienda realizar algunas manualidades con cordones y cartón que le permita al niño practicar y divertirse a la hora de aprender. Esta simple actividad confiere al niño independencia y seguridad en sí mismo. Además, le ayuda a mejorar su coordinación ojo-mano, básica en otros procesos del desarrollo, como lo es la escritura.
�Cuándo comenzar? Manifestó que esto va a depender de cada niño, pero lo recomendable es iniciar alrededor de los 3 años, cuando el niño está en capacidad de hacer ciertos movimientos con sus dedos y manos. Para ayudarle en esa tarea, conviene ponerlo a juntar sus dedos índice y pulgar (a modo de una pinza), a pegar bodoquitos de papel, a utilizar tijeras y a sujetar lápices de color.
También puede facilitarle la labor enseñándolo a abotonarse la camisa y practicando reiteradamente el lazo con zapatos de los padres o los de algún muñeco.
Es comprensible que, al principio, los lazos que hace el niño no sean fuertes. Eso lo logrará sólo con el tiempo, cuando la habilidad se realice automáticamente.
Hurtado recalca que no hay que forzar este proceso, ni mucho menos generarle frustraciones al pequeño. Por eso, el aprendizaje debe darse mediante juegos y experiencias positivas.
Si el niño llega a los siete y no puede atarse los zapatos, no pierda la calma, pero mejor consulte con el pediatra. Esto es especialmente recomendable si, además, el menor presenta otras dificultades en su motricidad como problemas para sostener un lápiz o utilizar unas tijeras.