El 8 de febrero de 1968, policías de Orangeburg, Carolina del Sur, en Estados Unidos, dispararon contra un grupo desarmado de jóvenes manifestantes negros universitarios que se manifestaban en contra de la segregación racial en su comunidad. Tres personas murieron y una mujer embarazada sufrió un aborto a causa del ataque. Los nueve oficiales de policía enjuiciados por la masacre fueron absueltos.