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 Sábado 22 de enero de 2000


Deuda en pa�ses pobres tiene cara de ni�o

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Redacci�n
Cr�tica en L�nea

La mayor parte del peso de la deuda externa recae sobre las mentes y los cuerpos de los ni�os, matando a algunos y atrofiando a otros de tal manera que nunca pueden desarrollarse plenamente.

La deuda los priva de la vacunaci�n contra enfermedades que, a pesar de ser fatales, se pueden prevenir con facilidad. Condena a los ni�os a una vida sin educaci�n o -en el caso de quienes pueden asistir a la escuela- a estudiar en aulas sin techo, pupitres, pizarras, ni libros, y a veces hasta sin l�pices. Y los deja hu�rfanos, ya que cientos de miles de madres mueren anualmente mientras dan a luz, como resultado de insuficiencias en la atenci�n de la salud y en la prestaci�n de otros servicios, que la pobreza perpet�a.

Sin duda, gran parte de la responsabilidad les cabe a los gobiernos de los pa�ses en desarrollo que favorecen a las minor�as privilegiadas en detrimento de los pobres. Pero debido a las condiciones de la deuda, a muchos les resulta dif�cil reestructurar sus presupuestos para conceder prioridad a las cuestiones relacionadas con los ni�os, aunque tengan la intenci�n de hacerlo. Y a�n cuando los gobiernos aprueben esos cambios, las demandas de la deuda externa imposibilitan pr�cticamente su �xito.

Los pa�ses de Africa al sur del Sahara, por ejemplo, gastan m�s en el servicio de su deuda de 200.000 millones de d�lares estadounidenses que en la salud y la educaci�n de sus 306 millones de ni�os. Se trata de un patr�n econ�micamente insensato y moralmente indefensible.

Cada reci�n nacido en Mauritania llega al mundo con una deuda de 997 d�lares; en Nicaragua, cada lactante inicia la vida con una deuda de 1.213 d�lares, y en el Congo, de 1.872 d�lares.

En los pa�ses en desarrollo en general, el promedio per c�pita de la deuda es de 417 d�lares. Sin embargo, en 1990 - hace ya un decenio- los 71 jefes de Estado y Gobierno que asistieron a la Cumbre Mundial en favor de la Infancia se comprometieron a tomar "medidas que reduzcan la carga de la deuda" como parte de una "lucha a nivel mundial contra la pobreza".

Esos dirigentes afirmaron que era fundamental "seguir prestando atenci�n urgente a una soluci�n amplia y duradera de los problemas de la deuda externa, que afectan a los pa�ses deudores en desarrollo".

Los l�deres mundiales brindaron su apoyo a la Convenci�n Mundial sobre los Derechos del Ni�o, que hab�a sido aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el a�o previo y que ya ha sido ratificada, con dos excepciones, por todas las naciones del mundo.

Asimismo, se comprometieron a conquistar un conjunto de metas para este a�o. Entre ellas, la reducci�n a la mitad de la desnutrici�n de los menores de cinco a�os y en una tercera parte las tasas de mortalidad de ese sector de la poblaci�n. Tambi�n establecieron su compromiso de reducir a la mitad las tasas de mortalidad materna, a brindar a todos los ni�os acceso a la educaci�n primaria y a inmunizar a un 90% de los lactantes del mundo.

La deuda externa representa una grave amenaza para la consecuci�n de esas metas. La resoluci�n de la crisis de la deuda no garantiza por s� misma la conquista de esos objetivos, ya que por ello resulta imprescindible contar con pol�ticas nacionales aceleradas. Pero si no se soluciona el problema, no existe ninguna posibilidad de que se puedan establecer las pol�ticas nacionales adecuadas ni lograr esas metas, no s�lo en el a�o 2000, sino en el futuro m�s previsible.

La deuda no es intr�nsecamente mala. Sin duda, cuando se presta o se toma prestado dinero y se emplea sabiamente, se promueve el crecimiento y se mejora la vida de la gente. Las crisis de la deuda ni siquiera son un fen�meno nuevo, ya que las antiguas ciudades-estados de Grecia no pagaban a veces las deudas que contra�an con el templo de Delos.

Pero debido a que la crisis actual afecta a muchos de los pa�ses m�s pobres del mundo, los niveles de endeudamiento afectan particularmente la capacidad de acci�n de los pa�ses.

La crisis tuvo sus or�genes a principios del decenio de 1970, cuando los pa�ses de la OPEP aumentaron radicalmente los precios del petr�leo y depositaron sus mayores ingresos en bancos occidentales. Los bancos que deb�an pagar los intereses de esos dep�sitos, se lanzaron velozmente a la b�squeda de prestatarios en los pa�ses en desarrollo. Descubrieron que el mundo en desarrollo necesitaba efectivo para invertir en proyectos de infraestructura e industria, y para poder pagar los precios m�s elevados del petr�leo.

En un mundo aparentemente inundado de dinero, se otorgaron a diestra y siniestra pr�stamos privados, y con frecuencia imprudentes, a los pa�ses en desarrollo. Los pa�ses ricos y las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) tambi�n concedieron pr�stamos a pa�ses de escasos recursos que ofrec�an pocas garant�as.

Los pa�ses en desarrollo se dejaron llevar por la tentaci�n, igualmente imprudente, que representaban las bajas tasas de inter�s, a menudo menores que la tasa de inflaci�n. Confiados en que sus productos de exportaci�n mantendr�an sus altos precios y que las tasas de inter�s permanecer�an bajas, apostaron a que podr�an cancelar la deuda con facilidad. Gran parte del dinero que tomaron prestado se destin� a proyectos inadecuados y a la compra de armas, y hasta fue depositada en cuentas bancarias personales en el exterior. los pobres, las mujeres y los ni�os recibieron una parte de esos fondos.

 

 

 

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Los pa�ses en desarrollo se dejaron llevar por la tentaci�n, igualmente imprudente, que representaban las bajas tasas de inter�s, a menudo menores que la tasa de inflaci�n. Confiados en que sus productos de exportaci�n mantendr�an sus altos precios y que las tasas de inter�s permanecer�an bajas, apostaron a que podr�an cancelar la deuda con facilidad. Gran parte del dinero que tomaron prestado se destin� a proyectos inadecuados y a la compra de armas, y hasta fue depositada en cuentas bancarias personales en el exterior. los pobres, las mujeres y los ni�os recibieron una parte de esos fondos.

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