Si a alguien le quedaba alguna duda sobre la imperiosa necesidad de que el sistema de transporte en la ciudad capital cambie de manos, lo sucedido ayer en la Cinta Costera debe aclararlo todo.
Las circunstancias que causaron el vuelco de un bus de la Ruta Panamá Viejo-El Chorrillo -en el que 35 personas quedaron heridas- resultan familiares. El conductor de esta unidad no tenía la licencia apropiada para conducir el bus; tampoco tenía la edad mínima para ser chofer del transporte selectivo y -según los testimonios de los pasajeros-, conducía en exceso de velocidad, haciendo regata con el chofer de otro Diablo Rojo.
Otros elementos que ya hemos escuchado antes son el mal estado mecánico del vehículo, las llantas lisas y varios pasajeros parados en vez de sentados, ya que el bus también viajaba con exceso de pasajeros.
Son las mismas faltas de siempre. Las mismas irregularidades que la cúpula transportista se resiste año tras año a corregir. Y todo seguirá igual hasta que no entre en funcionamiento un nuevo sistema ordenado y profesional. Ojalá que el proyecto Metro Bus, que actualmente se encuentra en la fase inicial del proceso de licitación, sea esa solución.
Los transportistas que actualmente dirigen la CANATRA no pueden decir que carecieron de oportunidades para garantizar su supervivencia. Durante los últimos diez años el gobierno les concedió préstamos blandos para comprar nuevas unidades, que en buena parte no pagaron al Banco Nacional. Se les concedió un aumento del pasaje de 15 centavos a 25 centavos, y a cambio de eso se comprometieron a mejorar el servicio, cosa que obviamente no ha sucedido.
No es solo la irregularidad en las horas de servicio, el mal trato y la falta de mantenimiento de las unidades. Es que las vidas de los panameños están en peligro de forma constante. Ya está bueno. Esperemos que este sea el último año en que tengamos que ver en la calle los Diablos Rojos.