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Los reyes magos
Hermano Pablo
California
�Qu� ilusi�n, esta noche, la de los ni�os, Platero! No era posible acostarlos. Al fin, el sue�o los fue rindiendo: a uno, en una butaca, a otro en el suelo, al arrimo de la chimenea, a Blanca en una silla baja, a Pepe en el poyo de la ventana, la cabeza sobre los clavos de la puerta, no fueran a pasar los Reyes... Antes de la cena, sub� con todos. �Qu� alboroto por la escalera, tan medrosa para ellos otras noches! "A m� no me da miedo de la montera, Pepe, �y a ti?", dec�a Blanca, cogida muy fuerte de mi mano. Y pusimos en el balc�n, entre las cidras, los zapatos de todos. Ahora, Platero, vamos a vestirnos Montemayor, Tita, Mar�a Teresa, Lolilla, Perico, t� y yo, con s�banas y colchas y sombreros antiguos. Y a las doce, pasaremos ante la ventana de los ni�os en cortejo de disfraces y de luces, tocando almireces, trompetas y el caracol que est� en el �ltimo cuarto. T� ir�s delante conmigo, que ser� Gaspar y llevar� unas barbas blancas de estopa, y llevar�s, como un delantal, la bandera de Colombia, que he tra�do de casa de mi t�o, el c�nsul... Los ni�os, despertados de pronto, con el sue�o colgado a�n, en jirones, de los ojos asombrados, se asomar�n en camisa a los cristales, temblorosos y maravillados. Despu�s, seguiremos en su sue�o toda la madrugada, y ma�ana, cuando, ya tarde, los deslumbre el cielo azul por los postigos, subir�n, a medio vestir, al balc�n; y ser�n due�os de todo el tesoro. El a�o pasado nos re�mos mucho. �Ya ver�s c�mo nos vamos a divertir esta noche, Platero, camellito m�o! De nuevo nos deleita con su elocuente prosa po�tica el Premio Nobel espa�ol Juan Ram�n Jim�nez, esta vez con el tradicional tema de �Los Reyes Magos� que trata en su inolvidable obra Platero y yo. Ya nos podemos imaginar a don Juan Ram�n vestido de Gaspar, con sus barbas blancas, y a Platero, su querido borrico, con el tricolor colombiano puesto como delantal, desfilando con los dem�s, que llevan s�banas, colchas y sombreros a la antigua. Y todo esto a la medianoche que marca el comienzo del seis de enero, frente a las ventanas de los ni�os del barrio. �Y qu� decir de esa emocionante escena de los ni�os que se levantan y suben �a medio vestir, al balc�n� a hacer suyo �el tesoro� de los regalos que les han dejado sus seres queridos? Si esta escena nos inunda de gratos recuerdos nost�lgicos o nos llena de ilusi�n por lo que est� por venir, al igual que a los amiguitos de Platero, entonces debemos darle infinitas gracias a Dios, mientras todav�a podemos hacerlo, por tradiciones como el d�a de los Reyes, que no tendr�amos si no fuera porque �l envi� a su Hijo Jesucristo a este mundo como un regalo sin igual esa primera Navidad.
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